Ya sea por timidez o simplemente por mi dificultad para dispersarme siempre me he conducido mejor en un tú a tú que entre varias personas. No sé dividir la atención en mis relaciones. Me es más fácil, porque disfruto más, concentrarme y dedicar mi tiempo a una mirada que a varias. De hecho, estando en grupo y aun evitando por simple decoro que se me note la atención hacia una de ellas en concreto, yo sé a quien se encamina lo que digo, a quien se lo dedico, quien me interesa de una manera más profunda y a quien deseo llamar la atención.
Escribiendo también lo hago. Siempre, lo diga o no, mi escrito va dirigido a alguien. Cuando lo digo queda claro. Cuando no, quiero pensar que la otra persona lo capta. En otros y por la complicidad que me puede unir sé que no habrá duda. En el resto me da igual, lo hago lo sepa o no.
Hoy, como tantas otras veces, este escrito va dedicado a alguien. Alguien que en muchas ocasiones dice que no me entiende al leerme. Sin embargo y por una extraña razón en la que me gusta recrearme siempre sabe, pese a escaparme a su comprensión.
¿Puede haber un entendimiento más hermoso?
No creo.