sábado, abril 23, 2011
El placer de los Dioses...
Si pedís el más barato sos un tacaño, si apuntás al más caro, un creído, y si maridás mal, un ignorante. ¿Qué conviene hacer a la hora de pedirle al mozo un vino para acompañar tu comida? Planeta JOY te saca del apuro con ocho consejos útiles y practicables a la hora de los bifes y las copas.
1. El Malbec no falla
Ya estás ordenando los platos y el mozo pregunta, “¿y de beber?”. Como la carta de vinos suele estar organizada por variedad y el primero en aparecer tiende a ser el Malbec, no podés pifiarla. Una marca reconocida como Trumpeter o Alamos se encuentran en casi todas y son un refugio para el no iniciado. No te vas a clavar.
2. Nunca el más barato
La mayoría de las cartas de vino están ordenadas por precio, de forma que resulta fácil ir y venir por ella. Salteá la etiqueta más barata y elegí cualquiera que esté un poco más arriba. Generalmente es una mejor opción y sólo por unos pocos pesos más. Incluso va a parecer que sabés elegir, dejando atrás el estigma de ratón.
3. Maridaje para dummies
Lo correcto es elegir primero los platos y después el vino. Seguir este orden te hará parecer alguien de mundo. Y a la hora del maridaje, tampoco te rompas la cabeza: contra todo lo que digan, el viejo adagio de carnes blancas con vinos blancos y rojas con tintos, es una buena guía. Y con nuestra gastronomía de bife y pastas, en el peor de los casos no te podés equivocar por mucho.
4. Qué debés chequear
El mozo trae la botella y, si tiene cancha, te mostrará la etiqueta para que la apruebes. Es importante revisar que la variedad sea la que hayas pedido y que la cosecha sea relativamente nueva, especialmente con los blancos. Como casi nunca está aclarado en las cartas (y si lo está, seguro que está desactualizado), la cosecha es un dato a observar. Hoy la de un blanco no debiera ser anterior a 2009. Y en tintos, nada que esté más allá de 2008 para vinos jóvenes.
5. Probar el vino
Acto seguido, el mozo te sirve para que lo pruebes. Hacé girar el vino en la copa y aspirá sus aromas. A menos que esté arruinado –caso en que percibirás vinagre u olores a trapo sucio- es raro que huela mal. Luego embuchalo y hacé un ligero tour del vino por tu boca. En este momento es crucial que te fijes si está a temperatura, es decir, si no sentís el alcohol como nota dominante. Si así fuera, pedí una frapera para que lo enfríen, incluso si es tinto.
6. Cuando rechazar una botella
Los vinos defectuosos son realmente defectuosos. Pueden oler a suciedad, a huevo podrido, a riñón, estar rancios o parecerse demasiado al vinagre. En cualquiera de estos casos podés pedirle al mozo que te cambie la botella. No sientas vergüenza por eso. Pero si la botella que pediste no te gustó, apechugá y bebela. No será ni la primera ni la última vez que te suceda.
7. ¡Peligro! Sommelier suelto
En los restaurantes de categoría hay un sommelier para ofrecer las bebidas. Es útil en la medida que sepas apoyarte en él. Por ejemplo, no aceptes la primera recomendación que te haga, porque suele ser la etiqueta que le adorna cada venta o la que hay que mover ese día por motivos que no incumben a tu paladar. Sin embargo, a la tercera o cuarta recomendación, suele afilar bien su puntería porque se pone en juego el prestigio. Si no te suena la marca, preguntá el precio para que no te emboque.
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